Habrá sido en 2013 que esperaba en la cola del supermercado y delante de mi una señora pasaba su mercadería al cajero de la Cooperativa Obrera en mi ciudad. Al momento de pagar le dio una tarjeta. Rebotó. Buscó otra en la billetera. Rebotó de nuevo. Recién la cuarta tarjeta logró pasar y la señora llevarse sus pocas vituallas. Por lo general, estas situaciones de la vida cotidiana me iluminan. El hecho que haya gente que se endeude para pagar sus alimentos quedó esculpida en mi cabeza. Qué será de la vida de esa señora.
Desde el sábado a la noche que el superministro Sergio Massa fue ungido candidato a presidente de la nación se reeditó como cada año de elecciones desde 2003 el mantra de que el candidato del peronismo es, esta vez sí, “moderado”, “de centro”, “pro mercado”, “dispuesto a terminar con el kirchnerismo”. Con, no sé, ocho(?) canales de noticias transmitiendo programas de política que se suceden unos a otros 24/7, es difícil llenar con contenido novedoso la grilla. Esas elucubraciones, ese análisis de tácticas, los cálculos, todo ese tarotismo excita al periodismo.
El cierre de candidaturas del sábado a la noche, convertido en una ceremonia de los Oscars con movileros, canapés y alfombra roja para los protagonistas, fue un descenso más del mundo del periodismo tresempanadista. Por supuesto que, siendo el erario público el principal financista de esos peronódromos, todas esas discusiones rozan el delito. Empecé a notar que el periodista que no tiene nada nuevo que contar se cuelga de lo que ya estuvo prediciendo algún otro en otro medio. Así se genera una inception de conclusiones falopa, confirmadas por encuestas más falopas que se suma al posicionamiento de políticos que tienen la cortesía de nutrirlos a wasaps. Al periodista le encanta el wasap de Massa. No se si notaron que ya leen los teléfonos aun cuando los está tomando la cámara.
La cuestión es que el escenario de “tres tercios” que había inaugurado Catterberg de Poliarquía empezó a ser reemplazado con “los mercados empiezan a ver que todos los candidatos son racionales”. Uno llegó a decir, solo una semana después de que dos candidatos del peronismo “desmenuzaran” a una persona en una picadora de carne, que con la designación de Massa “el fantasma de una Argentina que va hacia Venezuela quedó descartado”. ¡Hay que ser delincuente, ehh! Por cierto, ninguno de estos pasamemes nos ha contado algo sobre qué piensa Massa de la descuartización en el feudo de Capitanich, el peronista moderado presidenciable hasta hace tres semanas.
Retomo aquella señora del supermercado. Massa entiende la psiquis de la señora porque es la suya y la del kirnerismo en general. La práctica del kirchnerismo, y ningún peronista pareciera contradecirlo, es ir por la casa rompiendo las alcancías para gastar los billetes que va encontrando. Si le tiene que vaciar la de sus hijos, espera que se vaya a la escuela y le mete nomás. Cuando agota el canuto empieza a liquidar cosas en el Facebook Market. Se va comiendo el abasto en gastos diarios.
Massa maneja la economía como maneja su capital político. Al productor agropecuario le administra su enojo dándole un dolarcito más alto temporario. Al periodista que lo ensalza le llena la petaca. Al que le baja la base imponible de ganancias puede echar unos litritos de nafta al auto. Al que necesita un medicamento oncológico le habilita la importación en grageas y te lo anuncia en la tele para que sepas de dónde viene el favor. Al que ya no puede irse de vacaciones a Brasil le habilita el previaje para que se dé una vuelta una semanita por adentro de Argentina. “Dinamizamos el turismo interno”, te dirá.
Massa le “ofrece” su candidatura a presidente a Cristina Kirchner, que está a la intemperie y sin poder delegar algo en alguno de los inútiles de La Campora, mientras la amenaza con que abandona el ministerio de economía. Cristina Kirchner es Rodriguez Saa cuando lo dejaron sin luz en Chapadmalal. Massa te ahorca y te afloja la soga cuando te estas quedando sin aire. ¿Cómo no lo vas a votar?
Por eso no importa que sea el dirigente con peor imagen del país. La popularidad es una nimiedad para Massa. A Massa se lo vota y eso es lo que cuenta. Massa te quiebra las piernas, y si en la semana de las elecciones anuncia el Plan Nacional “Muletas para todos”, se lo vota. Management & Fit no monitorea la intención de voto de Massa. Mariel Fornoni va tickeando los sectores de la sociedad que ya fueron secuestrados y le avisa cuáles son los descarriados. Si logra extorsionar alguna porción más del electorado tendrá garantizada su permanencia. Para ser presidente o para extorsionar. A Massa ni le interesa que lo quieras. Lo que Massa quiere que sepas es qué te puede pasar si hacés retranca en la manga al matadero.
Tanto la gestión del acuerdo con el Fondo Monetario como nosotros pasando las tarjetas en el supermercado, definen el arquetipo de la Nación Massa. Quiere que todos terminemos comiendo sabiendo que pagaremos a 30, 60 o 90 días. Massa nos propone que le demos al cajero los alimentos de a uno mientras miramos en el monitor si nos pasamos del límite de la tarjeta. Y cuando te pasás, viene, te abraza por el cuello y te dice al oido: “llevale a los nenes ese cuartito de dulce de leche. Lo podés estirar a 120 días si querés”.
Por eso, contrariamente a lo que siempre decimos, en esta elección no votamos para bajar la inflación. No votamos para generar empleo genuino. No votamos para salvar la república. Lo que el “hijo de puta” de Sergio Massa (como lo definió Néstor Kirchner) nos está preguntando a todos en esta elección es si somos dignos, si estamos dispuestos a liberarnos de este secuestrador.