Los acuerdos nacionales son con la sociedad y para la sociedad

LML
5 min readJul 8, 2023

El último gran acuerdo nacional fue el consenso logrado alrededor de la muerte de Santiago Maldonado. Fue un pobre mártir involuntario ahogado en un río helado de la Patagonia cuyo sacrificio y sostenida manipulación de su muerte al menos sirvió para que nuestra sociedad avanzara. Parece un hecho menor, lo considero un paso gigante. En un corto período de tiempo nos liberamos de la extorsión sistemática a la que nos tenían sometidos los dirigentes de las organizaciones de derechos humanos, los sectores progresistas, y sobre todo el peronismo, que por décadas se apropiaron de los derechos humanos y corrieron a codazos a quienes no se cuadraran ideológicamente.

Es una suerte que el caso Santiago Maldonado sea un hecho reciente. La mayoría de los actores sociales actuales y la ciudadanía activa lo vivieron en vivo y en directo. Nadie nos lo tiene que contar.

Lo peor de ese hecho traumático no fue la muerte en sí misma. Durante meses los arriba mencionados hicieron desaparecer de manera forzosa a Santiago Maldonado impidiendo su búsqueda. Todas esas organizaciones sociales y políticas participaron en esa campaña acusando a las autoridades que buscaban a Santiago Maldonado, y a los ciudadanos que no compraban su relato, de lo que ellos habían hecho. Cuando digo desaparición forzosa me refiero explícitamente a eso: a recurrir a todas las artimanias posibles para evitar que una persona desaparecida sea encontrada. Por acción u omisión fueron partícipes. Más aún. Encontrado el cuerpo llevaron la investigación y manipulación del cadáver al punto que fueron necesarias pericias observadas por 55 profesionales para determinar las circunstancias en las que se había ahogado. La pulsión mortuoria del peronismo, el uso de los muertos para fines políticos sobre los que tanto escribió Eloy Martínez, resucitaba.

Estas organizaciones llevaron a la sociedad al punto de quiebre psicológico. Nadie quería salir a defender a las autoridades que tenían el poder de ejercerla por los antecedentes no muy lejanos. En los hechos había una persona desaparecida. Las dubitaciones de algunos sectores del gobierno invitaban a los forajidos a redoblar la apuesta en la instalación del relato. La sociedad civilizada, la mayoría silenciosa, se mantenía expectante. Nadie iba a defender lo que solo unos pocos en el gobierno defendían por el riesgo de quedar expuestos. No cejar ante la extorsión era lo correcto. Hoy es fácil decirlo.

En el transcurso de los acontecimientos mediaban discusiones familiares y entre amigos. Periodistas flojos de convicciones y ética profesional fláccida tomaban partido de manera temprana y sobreactuaban su sentimentalismo de costumbre.

Periodistas sensibles mostrando carteles preguntando dónde estaba Santiago Maldonado mientras el peronismo, organismos de derechos humanos y un sector de la justicia obstaculizaban su búsqueda.

Varias cosas sucedieron. Las autoridades mantuvieron su postura respecto a la búsqueda y no cedieron a la extorsión. Se puso una compuerta a la presión mientras la justicia actuaba. Esos dos hechos permitieron que a medida que la luz aparecía y que la justicia proveía evidencia, la sociedad pudiera juzgar por sus propios medios tanto los hechos sucedidos como la manipulación psicológica a la que estábamos siendo sometidos. Fue como en aquellas cinchadas de soga de las colonias de vacaciones. En un principio parecía que Verbitsky con el CELS, Alconada Mon, Nancy Pazos, el peronismo, la APDH y hasta las Margaritas Stolbizer arrastraban a Mauricio Macri, Patricia Bullrich, la Gendarmería y algunos de este lado que agarraban la soga pero no cinchaban. Los avances en la investigación hicieron que algunos agarraran la soga más fuerte. La mayoría silenciosa de la sociedad se empezó a sumar. Fue la evidencia, la acción de la justicia, la disponibilidad de información la que torció la construcción de sentido hacia la verdad. Pero antes que todo eso estuvo la decisión solitaria de un puñado de líderes de que la verdad y la justicia pudiera abrirse paso. Ser líder es tener el coraje de desafiar a la sociedad, no consentirla.

Cuando las Jessicas Bossi o algún otro de los Ángeles de Jorge Lanata hoy nos muestran sus cartelitos “Miren que si tocan los planes va a haber violencia en las calles”, cuando Ernesto “meme” Tenembaum amenaza “si intentan cambiar algo la van a chocar”, lo que ellos y tantos otros Luis Novaresios nos están diciendo es “chicos, tenemos como cien Santiagos Maldonado en el horizonte cercano para entretenernos los próximos cuatro años. Si tenemos que fogonear quilombo para mantener nuestros privilegios, lo vamos a hacer”. El periodismo político necesita ese circo. No hay rating que les de trabajo en un país normal, en paz y progresando. Ese periodismo no tuvo ningún interés en la aclaración de la muerte de Santiago Maldonado y no la tendrá con ninguno de los Muros de Berlín que tendremos que derribar si la sociedad elige cambiar.

De manera exacta se logró el acuerdo que consolidó la democracia en Argentina. Los perpetradores del golpe de estado nunca hubieran estado a favor de cambiar. El peronismo nunca acompañó los juicios a la Junta. Fue el cambio de paradigma de una sociedad lo que logró que en 2023 cumplamos 40 años de democracia. Nadie llamaría jamás “halcón” o “ultra” a Alfonsín por enfrentar ese demonio. Nuestro sueño de progreso en paz hoy nos pone ante un mismo escenario.

Un gran acuerdo nacional se alcanza cuando se logra cambiar el sentido del imaginario colectivo respecto a un tema, cuando se logra demostrar que un pensamiento establecido tambalea y logra mudar hacia un nuevo paradigma después.

Los conflictos sociales son siempre monopolizados por una minoría ruidosa. Necesitamos dirigentes dispuestos a acordar con el resto de la sociedad, la mayoría silenciosa. Si el “acuerdo” que un político plantea es con la minoría, los perjudicados somos siempre la mayoría. Los acuerdos con minorías son temporarios y duran mientras los beneficios de ese acuerdo se mantienen. Dado que la manera en que esos acuerdos se logran es extorsionando a la parte contraria, el extorsionador sabe que basta solo subir el volumen del ruido para mantener su privilegio.

Cuando un político le habla a la mayoría silenciosa, y esta le responde, estamos construyendo acuerdos sociales amplios, duraderos y sustentables. En el futuro cercano quizás enfrentemos nuevas extorsiones. De un lado de la cincha mentirán “quieren una reforma laboral para precarizar el trabajador”, “vienen a terminar con la educación pública”, “hacen el ajuste quitando derechos adquiridos de los beneficiarios de los planes sociales”. Del otro lado deberemos oponerle “vamos a lograr más y mejor empleo en blanco”, “le vamos a devolver la educación pública a la sociedad y los padres estarán orgullosos de mandar a sus hijos a la escuela pública”, “los beneficiarios de planes volverán a ser como sus abuelos que eran clase media y nunca necesitaron un plan”. Cada una de las extorsiones a las que nos sometan deberá ser desactivada con un sueño primero y una evidencia después. Es mentira que la sociedad no quiere cambiar. La sociedad dice que nada va a cambiar cuando ve en el gesto y las acciones de sus dirigentes la ausencia de un liderazgo que valga la pena apoyar.

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